T.4. ADAPTACIÓN DEL CUENTO: TODA CLASE DE PIELES

TODA CLASE DE TELAS



Erase una vez en un reino muy, muy lejano unos reyes muy unidos que por fin decidieron aumentar la familia. Después de nueve meses nació un bebé varón precioso. Lucas era su nombre. Todos decían que el Príncipe era el vivo retrato del rey. Tenía su misma sonrisa atractiva y sus ojos oscuros. Pasaron 15 años y un día Lucas caminando por los jardines de Palacio se encontró a su padre pálido y sujetándose el estómago. Lucas se acercó, le ayudó a tumbarse en un banco justo al lado de un rosal y a continuación el rey le dijo que avisara a la reina de inmediato. Cuando llegó la reina, el rey le dio una mala noticia, le había brotado de nuevo la misma enfermedad que sufrió hacía años, pero esta vez no tenía cura.

Como el rey sabía que había llegado el día de su despedida le dijo a la reina:
- Mujer, mi amada, no te olvides de mi, prométemelo.

La reina se lo prometió besando al rey en su pálida mejilla. Entonces el rey se incorporó despacio y le dijo:
- Por favor, no huyas del amor si abre tu puerta, no cierres tu corazón a otro hombre. Sólo te pido también que me prometas que si encuentras un hombre más fuerte que yo, más valiente que yo, y tan fiel, detallista y bueno como yo, no lo dudes ni un momento y cásate con él.
Unos segundos después el rey cerró sus ojos y se sumergió en un sueño infinito.

La reina se pasó mucho tiempo triste y llorando la ausencia del rey. Pero llegó un día en que el Príncipe Lucas decidió junto con los consejeros de Palacio que su madre tenía que encontrar otro amor. El país necesitaba un rey y Lucas necesitaba volver a ver sonreír a su madre.

A continuación la reina envío a sus hombres de confianza en busca de un hombre que cumpliera todas las características descritas por el rey. Sin embargo, tras varios meses de búsqueda los mensajeros regresaron con las manos vacías. No pudieron encontrar a ningún hombre que fuera más valiente y fuerte que el rey y tan fiel, detallista y bueno como él era.

Una mañana la reina despertó al Príncipe y le dijo:
- Los consejeros y hombres de confianza van a obligarte a casarte conmigo porque han averiguado que cumples los requisitos que me puso tu padre para casarme con otro hombre.

Lucas se levanto, se vistió y fue a hablar con estos hombres. Esperaba hacerles cambiar de opinión ya que él era el hijo de la reina. No obstante, los consejeros y hombres de confianza de la reina no cambiaron de opinión. Entonces Lucas, asustado, hizo un trato con todos ellos:
- Antes de casarme con mi madre tengo que tener varias corbatas: una tan oscura como los ojos de mi padre, otra tan dorada como el sol y la tercera tan brillante como el cabello de mi madre. También les pidió la mejor chaqueta que pudiera haber de todo tipo de telas.


El príncipe pensó que era imposible que pudieran conseguir absolutamente todo lo que les había pedido.
Los consejeros de la reina y hombres de confianza mandaron a las doncellas de palacio comprar el material preciso para realizar las corbatas y todo tipo de telas para la chaqueta. Las doncellas tardaron tan solo dos días en tener las corbatas listas para el príncipe y tres días más en crear la fantástica chaqueta de todo tipo de telas.


Finalmente, cuando todo estuvo preparado, los consejeros se acercaron a la reina y el príncipe, le entregaron lo que les pidió y les dijeron:
- Mañana se celebrará la boda.


Cuando el príncipe vio que no había esperanza alguna de cambiar las ideas de esos hombres tomó la decisión de huir en la noche, mientras todos dormían. Se levantó y cogió tres de los grandes tesoros que heredó de su bisabuela: una cadena de oro, una cruz de oro y un anillo de oro; metió las tres corbatas, la oscura como los ojos de su padre, la dorada como el sol y la brillante como el cabello de su madre y las metió en una riñonera del hijo de un empleado que tenían en cocina y se la abrochó a la cintura. A continuación, se puso la chaqueta hecha con todo tipo de telas y se acercó a la habitación de su madre. Entró en ella, le dejó una nota con la explicación de su huída y deseándole suerte en el amor, le dio un beso en la frente y salió de Palacio.


Caminó todo lo que pudo hasta encontrar una muralla que daba al reino vecino. Para no ser descubierto cogió hierba y tierra del suelo y se las restregó por toda la cara, el cuello, los brazos y las manos. Sin hacer ruido y ocultándose del guardián del otro reino consiguió acceder a él. Pero, de repente se sentía sin energía y se sentó y apoyó en uno de los árboles más cercanos a él y se durmió.


Salió el sol, ya era completamente de día y aún estaba durmiendo. Lo que no sabía el príncipe era que se encontraba en el jardín del palacio de los reyes vecinos.


Esa misma mañana la princesa de ese reino vecino, llamada Isabela, salió pronto de palacio porque tenía clase de tiro con arco en su jardín. Cuando se encontraba a medio camino se fijó en unos colores que relucían de detrás de un árbol. Muy curiosa se acercó con sigilo y vio que esos colores formaban parte de una chaqueta de todo tipo de telas y, que debajo de la chaqueta se encontraba un hombre. Ella asombrada a la vez que asustada le dio una patada porque se pensaba que era un ladrón y al instante el príncipe Lucas abrió los ojos y dijo:
- ¡No me hagas daño, vengo en son de paz! Soy un pobre hombre honrado, abandonado de padre y madre; no tengo familia ni trabajo. Si fueras tan amable de darme cobijo en tu casa yo trabajaría para lo que me pidieras. Me desenvuelvo de buena manera en las labores domésticas.

La princesa le miró a los ojos y pensó que eran los ojos oscuros más bonitos que había visto jamás. Sintió que ese hombre era de fiar. Y a continuación respondió:
- "Todo tipo de telas", hacía tiempo que necesitaba un sirviente multiusos así que te vienes conmigo. Eso sí, espero que no me defraudes y hagas tu trabajo como yo merezco.

Así pues, andando entraron en palacio. La princesa le asignó un pequeño cuarto bajo tierra, donde no entraba la luz, y le dijo:
- "Todo tipo de telas" aquí es donde vas a vivir. Y se marchó.

Al rato llegó a su nueva habitación la mujer de confianza del rey, le dio las sábanas de su cama, un pijama, el uniforme de trabajo y le dijo:
- Cuando estés listo te voy a enseñar el palacio entero y tu labor como sirviente.

El príncipe se maravilló con el palacio, le pareció de lo más acogedor ya que no era excesivamente grande como el suyo y estaba decorado con tonos claros que le transmitían alegría. Estuvo muchos días y meses realizando todo tipo de labores: servía comidas a los invitados, ordenado las habitaciones de la reina y la princesa y limpiaba cada rincón de palacio.
Así vivió el príncipe Lucas pobremente durante mucho tiempo, aunque contento de haber podido huir de su palacio y no haberse casado con su madre.


Llegó el viernes, el día de la semana que disponía de una hora libre para hacer lo que quisiera y no tenía que trabajar. Esa misma tarde se celebraba una fiesta en palacio con cientos de invitados.

Ya había empezado la fiesta y el príncipe buscó a la mujer de confianza de ese palacio y cuando la encontró le preguntó:
- ¿Puedo utilizar ya mi tiempo libre?

Ella le respondió:
- Vale, pero en una hora tienes que volver a la cocina porque quiero que realices la gran tarta que has ensayado tantas veces para una ocasión especial y hoy es esa ocasión.


El príncipe Lucas fue a su pequeña habitación y se quitó las manchas del cuerpo de hierba y tierra frotándose con agua y jabón de manera que su belleza volvió a salir a la luz del día. Luego abrió la riñonera y sacó la corbata tan oscura como los ojos de su padre. Se puso uno de los trajes del rey que él mismo se arregló para que le sentara impecable y se vistió. Hecho esto, subió a la fiesta. Se sintió observado ya que nadie le conocía y muchos pensaban que era un príncipe de otro reino. La princesa se acercó a él. Pensó que no podía haber un príncipe tan guapo sin acompañante.


Después de bailar dos canciones el príncipe Lucas no se contuvo y le dijo: - Eres la mujer más hermosa que he visto jamás.
La princesa Isabela se sonrojó y se tapó la cara de la vergüenza que le estaba haciendo pasar. Cuando abrió los ojos el príncipe había desaparecido. La princesa Isabela preguntó por él a los invitados pero ninguno sabía a dónde había ido.


Para el príncipe Lucas ese era el mejor momento para volver a su habitación sin que nadie se fijara en él y sobre todo, sin que la bella princesa averiguara quién era, ya que si lo hacía iba a tener que volver a su hogar y casarse con su madre.
Ya en su pequeña habitación se quitó rápidamente la ropa de príncipe. Se restregó toda la cara, el cuello, los brazos y las manos de hierba y tierra que guardaba en un cajón del armario debajo del pijama. Se puso el uniforme de trabajo y su chaqueta de todo tipo de telas y como ya era la hora de volver al trabajo, fue a la cocina a hacer la tarta que le había pedido la mujer de confianza del rey.


De repente ella llegó y le dijo:
- Espero que esta vez no se te caiga ningún pelo; si no, te tendremos que echar de palacio.


El príncipe hizo la gran tarta que le enseñó la cocinera de su palacio cuando era niño. Era una tarta de queso, galleta y chocolate. En la bola de chocolate que puso encima de la tarta metió la cadena de oro y escribió con un pincel el nombre de la Princesa para que fuera ella quien encontrara la cadena de oro.


Cuando el baile terminó, la princesa que era muy golosa pidió probar la tarta y se quedó con la bola de chocolate ya que ponía su nombre. Le gustó tanto la tarta que pensó que nunca había comido otra igual. Cuando mordió la bola de chocolate se encontró dentro de ella una cadena de oro. Entonces ordenó que el artista de la tarta se presentara ante ella.


La mujer de confianza se asustó cuando oyó la orden y le dijo a "Todo tipo de telas":
- Seguro que has dejado caer algún pelo en la tarta. Como sea verdad, carga con las consecuencias.
El príncipe Lucas subió a ver a la princesa y ella le preguntó:
- ¿Quién eres?
A lo que él respondió:
- ¡Yo soy un pobre hombre que no tiene padre ni madre!

Ella le hizo otra pregunta:
- ¿Cómo has llegado hasta aquí, dónde vivías antes?

El príncipe le contestó:
- No tengo familia y decidí recorrer mundo y ponerme a trabajar en un pueblo pero tú me rescataste.

Ella siguió preguntando:
- ¿De dónde has sacado la cadena de oro que estaba en la bola de chocolate?
Él volvió a ocultar la verdad y le contestó:
- No sé nada de ninguna cadena y menos de oro.
La princesa un poco triste le dijo que ya se podía marchar y ponerse a trabajar.
El viernes siguiente se celebró de nuevo una fiesta, y el príncipe Lucas le pidió su hora libre a la mujer de confianza del rey. Ella le respondió:
- Vale, pero vuelve dentro de una hora para hacer la gran tarta que tanto le gusta a la princesa.


El príncipe Lucas se dirigió velozmente a su habitación, se lavó, sacó de la riñonera la corbata tan dorada como el sol y del armario el traje del rey que él mismo se arregló para que le sentara impecable y se vistió. Subió y parecía lo que en realidad era, un príncipe. La princesa Isabela salió a su encuentro y se alegró de verle de nuevo y, como empezaba en ese momento el baile, bailaron juntos. Bailaron más que la vez anterior. Pero cuando terminó el baile, desapareció tan rápidamente que la princesa no pudo ver a dónde se dirigía.


El príncipe Lucas corrió a su pequeña habitación y se convirtió de nuevo en "Todo tipo de telas". Fue a la cocina para preparar la tarta de queso, galleta y chocolate con la bola de chocolate. Metió en ella su cruz de oro y grabó el nombre de la princesa, Isabela. Cuando llegó la mujer de confianza al terminar el baile, le llevó ella misma la gran tarta a la princesa. La princesa probó un trozo de tarta y con miedo mordió la bola de chocolate. Esta vez vio que llevaba dentro una cruz de oro. Entonces hizo llamar a "Todo tipo de telas". El príncipe Lucas se presentó de nuevo ante la princesa y de nuevo le ocultó la verdad sin querer que supiera quién era y le dijo que no sabía nada de una cruz de oro.


La princesa organizó una fiesta un viernes por tercera vez, y pasó lo mismo que las veces anteriores.
El príncipe Lucas le pidió a la mujer de confianza del rey una hora libre para descansar. Ella le dejó. Entonces el príncipe Lucas se puso el traje que arregló él sólo y la corbata tan brillante como el cabello de su madre y asistió por tercera vez como príncipe a una fiesta de palacio. La princesa Isabela y el príncipe Lucas bailaron de nuevo y más pegados que nunca. Entonces, sin querer él la pisó. Le pidió perdón y ella le contesto:
- No pasa nada, estoy feliz de poder compartir estos bailes con un hombre tan caballeroso y apuesto como tú. Espérame un momento que me cambio de zapatos y me cuentas de una vez quién eres porque todavía no sé nada de ti. No desaparezcas de repente que parece que huyes de mí.


Se sonrieron y ella se fue a cambiar de zapatos. Él aprovechó para irse, transformarse de nuevo en "Todo tipo de telas" y hacer la gran tarta. Corrió todo lo que pudo y más hasta su habitación, y cuando sólo le faltaba ponerse los zapatos de sirviente llamó a su puerta la mujer de confianza del rey porque ya se estaba retrasando. Él salió de prisa sin cambiarse de zapatos, se dirigió a la cocina, hizo la tarta y en otro momento en que no podía ser visto por nadie metió en la bola de chocolate el anillo oro.


Cuando la princesa encontró el anillo en la bola de chocolate volvió a hacer llamar a "Todo tipo de telas". Cuando entró por la puerta del salón de baile la princesa vio los zapatos del príncipe que bailó tres veces con ella. Entonces se acercó a él y le dijo:
- Estoy completamente enamorada de ti, me da igual si eres un sirviente o un príncipe, rico o pobre, yo te quiero a ti y solamente a ti.


El príncipe le contó las verdaderas razones por las que estaba ahí y que estaba enamorado de ella y no quería volver a su palacio porque le obligarían a casarse con su madre. Ella le dijo que quería pasar el resto de su vida con él. Así pues, el príncipe Lucas cogió el anillo que le regaló a la princesa Isabela y tenía agarrado en su mano. Le sujetó la otra mano, se arrodilló, le puso el anillo y le dijo:
- Isabela, ¿quieres ser la futura esposa de Lucas, "Todo tipo de telas"?


Y ella se río y con la sonrisa más radiante que se haya podido ver nunca le respondió:
- Nunca he estado más segura de algo en mi vida. Y no sólo quiero casarme contigo, quiero que de vez en cuando me sorprendas con la tarta de queso, galleta y chocolate que tan bien sabes hacer.


Finalmente los dos príncipes se casaron por amor y tras la luna de miel fueron a visitar a la madre del príncipe Lucas que por sorpresa ya tenía esposo y estaba tan feliz como él la recordaba.

Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO ADAPTADO HECHO CON MUCHA ILUSIÓN, YA HA TERMINADO.


Comentarios

  1. Buena adaptación para mayores. Para niños, no puedes mantener el tema del incesto. Y es un poquito largo.

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